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El astrónomo Martin Rees gana el Premio de la Fundación John Templeton

El astrónomo Martin Rees gana el Premio de la Fundación John Templeton

La Fundación John Templeton es una organización religiosa que trabaja por catalizar los descubrimientos sobre las grandes cuestiones de la humanidad, como la complejidad, la evolución o la creatividad. En la presente edición, su premio anual, que supone un montante de más de un millón de euros, ha recaído en un científico ateo, Martin Rees. Según John Templeton hijo, el premio ha sido concedido a Rees porque sus investigaciones en el campo de la astronomía están transformando las consideraciones filosóficas y teológicas y fomentando el progreso espiritual, al expandir la visión del ser humano. Por Leandro Sequeiros.

El astrónomo Martin Rees gana el Premio de la Fundación John Templeton

El Premio de la Fundación John Templeton, conocido como Templeton Prize for Progress Toward Research or Discoveries about Spiritual Realities, es concedido desde 1972 por dicha Fundación, creada por John Templeton.

Desde 1998, además, la Fundación John Templeton apoyó al Instituto Metanexus de Philadelphia, una red que llegó a conectar a más de 300 grupos distribuidos por todo el mundo, cuyo objetivo es investigar y difundir el mensaje de que es necesario tender puentes entre las fronteras de las ciencias y las religiones.

Los que estamos conectados en esta red de Metanexus, no podemos más que alegrarnos por la concesión de este premio, considerado de mayor cuantía económico que el Nobel. El documento oficial lo concede a Martin Rees por sus “profundos conocimientos sobre el cosmos, que han suscitado cuestiones vitales sobre las mayores esperanzas de la humanidad y sus peores temores.”

Un premio merecido

Martin Rees, nacido en York, en el Reino Unido, en 1942, obtuvo su doctorado en Física por la Universidad de Cambridge, en 1967. En la actualidad es profesor de Cosmología y Astrofísica en dicha universidad. Dentro de sus líneas de investigación se encuentran la astrofísica de altas energías y la formación de la estructura del Universo. Ha estudiado el papel desempeñado por la materia oscura en la formación y propiedades de las galaxias, mediante la simulación informática y la distribución de los cuásares y su relación con los agujeros negros. Ha publicado más de quinientos artículos y siete libros, cinco de ellos de divulgación científica.

Rees ya fue galardonado en 1987 con la Medalla de oro de la Real Sociedad Astronómica, en 1989 con el Premio Balzan; y en 2005 con el Premio Crafoord. Tiene un escaño en la Cámara de los Lores y fue presidente desde 2005 hasta noviembre de 2010 de la Royal Society, la institución científica más antigua y prestigiosa de occidente. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre las cuestiones filosóficas planteadas por la cosmología y la física de los primeros instantes del universo, así como sobre las actividades humanas que determinarán el futuro de la Tierra.

El Premio Templeton es un premio internacional otorgado anualmente a las personalidades que contribuyen a la investigación o los descubrimientos de realidades espirituales.

El premio lleva el nombre de su fundador, Sir John Templeton, un empresario estadounidense de origen británico, nombrado caballero en 1987 por Isabel II en reconocimiento a su labor como filántropo. Hasta 2001 se llamó Premio Templeton para el progreso de la religión, y desde 2001 hasta la actualidad se le ha llamado Premio Templeton para el Progreso hacia la investigación o descubrimientos sobre realidades espirituales.

Realidades espirituales

El altruismo de John Templeton generó siempre controversia. Los críticos señalaban que sus “realidades espirituales” suponían de por sí una contradicción, dada la supuesta incompatibilidad entre ciencia y Dios. Para muchos, la idea de “progreso” en la religión resultaba extraña, al igual que la cesión de ayudas para “descubrimientos” en este campo. Pero John Templeton no se rindió, y su Fundación se dedicó a promover la aplicación de la metodología científica al estudio de temas religiosos.

La física teórica, la biología evolutiva y las ciencias cognitivas se aplicaron a este objetivo. Así, por ejemplo, la Fundación promovió un estudio de coste multimillonario acerca del perdón o un estudio de dos años de duración destinado a demostrar el efecto de la oración en 600 pacientes que habían sido sometidos a cirugía.

Y, aunque los críticos siguieron manteniendo que la reconciliación entre ciencia y religión no era posible, y que estos estudios eran ingenuos y estaban motivados sólo por el deseo de situar a las creencias religiosas al mismo nivel que el conocimiento científico, otros pensadores defendieron la intención de la fundación, señalando que la ciencia no debía tener el monopolio sobre la verdad, y que ciencia y religión podían cooperar de manera productiva.

Una mina de oro

John Templeton dedicó una gran parte de su fortuna a la Fundación John Templeton, que actualmente cuenta con una donación de aproximadamente mil millones de euros. La Fundación destina cerca de 45 millones de euros anuales a premios.

La mayor parte de las aportaciones económicas de dicha fundación van a la investigación científica de importantes universidades, en campos como la física teórica, la cosmología y las ciencias sociales, así como en estudios relacionados con el amor, el perdón, la creatividad, y la naturaleza y el origen de las creencias religiosas.

La Fundación también apoya y fomenta el diálogo abierto e informado entre científicos y teólogos para encontrar respuestas a esas grandes cuestiones que preocupaban al hombre de negocios, desde los diversos campos de investigación.

Templeton, que fue presbiteriano, señalaba que se podía conocer relativamente poco de Dios a través de las escrituras y de la teología actual, pero que “las revelaciones científicas podrían convertirse en una mina de oro para la revitalización de la religión en el siglo XXI”.

Actualmente, el Premio Templeton es entregado por el príncipe Felipe de Edimburgo en una ceremonia que tiene lugar en el Palacio de Buckingham. El Premio rinde homenaje a una persona viva que haya hecho una contribución excepcional a la afirmación de la dimensión espiritual de la vida, ya sea a través de una idea, descubrimiento, o la práctica de determinadas obras. Hombres y mujeres de cualquier credo, profesión u origen nacional pueden ser nominados para el Premio Templeton.

La distinguida lista de anteriores ganadores incluye a representantes del cristianismo, el judaísmo, el islamismo, el hinduismo y el budismo. Entre ellos hay varios premios Nobel. El Premio ha sido otorgado a físicos, teólogos, ministros, filántropos, escritores y reformistas, por trabajos que han variado desde la creación de nuevas órdenes religiosas y movimientos sociales hasta estudios humanísticos y de investigación sobre los orígenes del universo.

Algunos galardonados han demostrado el poder transformador de virtudes como el amor, el perdón, la gratitud, y la creatividad. Otros han proporcionado nuevos conocimientos científicos sobre las cuestiones relativas al infinito, en última instancia la realidad, y el propósito en el cosmos. Por último, otros han utilizado las herramientas de las humanidades para proporcionar nuevas perspectivas sobre los dilemas espirituales de la vida moderna.

En 2009, el Premio Templeton fue dotado con 1.000.000 libras esterlinas (equivalente a 1.117.800 euros). El importe del Premio se ajusta cada año, para que sea superior al del Premio Nobel, y es el mayor premio que se otorga a una persona por su mérito intelectual. Con anterioridad había sido concedido a la Madre Teresa de Calcuta, a Chiara Lubich, a Alexander Solzhenitsyn, a Roger de Taizé, y en 2010 al biólogo español Francisco José Ayala.

La Fundación Templeton ha sido acusada de presentar una parcialidad política hacia el conservadurismo. Otra línea de críticas es la proveniente de algunos sectores de la comunidad científica que acusan a la fundación de confundir investigación científica con creencia religiosa. Así, el biólogo Richard Dawkins que en su libro El espejismo de Dios se refiere al mismo como «una enorme suma de dinero otorgada […] generalmente a un científico dispuesto a decir algo agradable sobre la religión». Sean M. Carroll, investigador del California Institute of Technology, ha criticado a sus colegas por recibir las becas de investigación Templeton, a pesar de que no apoyaban las creencias Templeton.

2011: Martin Rees recibe el Premio Templeton

Falta poco para que Martin Rees reciba oficialmente el Premio Templeton de manos del Príncipe Felipe de Edimburgo. Rees, que confiesa no ser un hombre religioso, ha afirmado que nunca soñó con ser un ganador de este premio, teniendo en cuenta a quiénes les había sido concedido en ocasiones anteriores.

Ahora que ha sido galardonado, se ha atrevido a confesar que sus contribuciones sobre la filosofía y la ética en la investigación científica podrían estar “inspiradas” por las contribuciones de la religión a las artes. Uno de sus últimos libros publicados en castellano es Nuestra hora final: ¿será el siglo XXI el último de la humanidad?, en el que reflexiona sobre el futuro de la humanidad en este planeta.

En un comunicado de prensa, la Fundación destacó el trabajo de Rees y señaló que las “grandes cuestiones” que él ha formulado (como “¿cuál es el tamaño del universo? ¿Cómo surge la materia? o ¿Cuál es el futuro de la humanidad?”) están dando una nueva y decisiva forma a consideraciones filosóficas y teológicas que afectan a temas centrales sobre el sentido de la vida. Rees, desde su postura no religiosa, postula un rearme ético y espiritual para salvar el planeta.

Tal vez a más de un lector pueda sorprenderle esta cuestión. Pero en estos años son ya varios los ateos que, sin creer en Dios, afirman la necesidad de la espiritualidad. Tal vez sea de interés seguir el hilo de las ideas de este científico, que dirige también su mirada a otros campos humanizadores.

1. Martin Rees habla sobre el Universo

Como profesor de Astronomía y Cosmología, Rees ha intervenido con frecuencia en programas de radio televisión y ha publicado algunos trabajos de divulgación, que incluso han sido traducidos al castellano: «Seis números nada más», Editorial Debate (2001); «Nuestro hábitat cósmico», Ediciones Paidós Ibérica (2002); «Universo: la guía visual definitiva», (2006) Pearson Alhambra.

En su libro «Just Six Numbers» (Sólo Seis Números) Rees plantea que la perfecta sintonización universal que ha permitido el desarrollo de la vida humana no es un mero accidente ni un acto de creación divina, sino un hecho: entre la posible infinidad de universos que pueden existir, las constantes en el nuestro simplemente resultan ser las correctas.

En un comentario en El Cultural se decía, en 2002, acerca de esta obra: «El principio “antrópico” nos dice -cito a Laín- que “el universo está físicamente constituido para que en su evolución haya aparecido la realidad del hombre”. Ello significa que está regido por unas leyes, estampadas ya en el momento de la gran explosión inicial, que se concretan en un conjunto unificado de ecuaciones y en unos pocos números.

Seis de ellos representan las medidas de determinadas magnitudes y su valor hace que el universo sea como es. Una pequeña variación de cualquiera de esos valores habría producido un universo diferente en el que no tendríamos cabida. A describir esos números y sus funciones dedica este libro un eminente cosmólogo y lo aborda con un lenguaje llano y sin excesivos tecnicismos para hacérnoslo a todos inteligible y grato.

El primero de los números, N, expresa la razón entre la fuerza que mantiene unidos a los átomos y la fuerza de la gravedad que hay entre ellos. Tan débil es la gravedad que el número N es del orden de un uno seguido de treinta y seis ceros. De haber sido menor, nos aplastaría la gravedad, las galaxias se habrían formado más rápidamente y serían de tamaño diminuto y no habría habido tiempo para la evolución biológica. Otro número, “epsilon”, mide la fuerza que une las partículas del núcleo atómico. Tiene un valor de 0,07; si fuera menor, no se habría llegado a formar helio a partir del hidrógeno, se enfriarían las estrellas y no habría elementos que dieran origen a las plantas; pero si fuera mayor, el hidrógeno no habría sobrevivido al Big Bang y no tendríamos agua ni una biosfera basada en el carbono.

La cantidad de materia de nuestro universo respecto de la densidad crítica nos da un número, “omega”, cuyo valor actual es 0,3. Si en el momento inicial hubiera sido demasiado bajo, las estrellas y galaxias no se habrían formado nunca, y si por le contrario hubiera sido demasiado elevado, y la expansión por tanto demasiado lenta, el universo se habría contraído rápidamente. Un cuarto número, “lambda”, controla la expansión del universo. Es un número muy pequeño, cercano al cero, lo que ha permitido la evolución cósmica, pero será cada vez más dominante sobre la gravedad a medida que el universo, expandiéndose, sea más oscuro y vacío.

La estructura de las galaxias se mantiene gracias a la gravedad; la cantidad de energía necesaria para romperlas y dispersarlas está en relación con la de su masa en reposo en la proporción de uno a cien mil. Ese es el número Q. Si fuera menor, las galaxias tendrían estructuras muy débiles y el universo sería inerte; y, si fuera mayor, sería un lugar turbulento y violento, con zonas colapsadas en enormes agujeros negros. El último número es sencillamente el 3, el de la dimensión de nuestro espacio.

Así, la gravedad obedece a la ley del inverso del cuadrado de las distancias y gracias a ello las órbitas de nuestro sistema solar son estables y no se desvían por una leve variación de la velocidad de un planeta. Una dimensión menor le haría o bien caer en el Sol si disminuía mínimamente su velocidad o se alejaría rápidamente en espiral si aumentaba. Y un espacio de dimensión menor que 3 es claro que haría imposible la incorporación a él de nosotros mismos y de las demás estructuras complejas de nuestro mundo cotidiano.
“Hay -resume el autor- unas pocas leyes físicas fundamentales que establecen las reglas. Nuestro origen a partir de una simple explosión depende con gran precisión de los valores de seis números cósmicos. Si estos número sno hubieran estado bien ajustados, el despliegue gradual de nuestras capas de complejidad se habría abortado”. Gracias, pues, a ellos, a lo que representan, podemos nosotros no sólo estar hoy aquí sino asomarnos, pienso que con asombro, al profundo misterio de la existencia de un universo como el nuestro».

2. Martin Rees sobre multiversos

Uno de los temas polémicos en la literatura de Marin Rees se refiere a la justificación de los multiversos. El profesor Fernández Rañada ha publicado un extenso comentario sobre este tema. Muchas de las ideas de Rees se condensan en su libro «Antes del principio: el cosmos y otros universos», Tusquets Editores (1999), un libro de conclusiones inquietantes para algunos.

En el blog “¿vivimos engañados?” se dice:

«Dos científicos afirman que podríamos vivir en una falsa realidad virtual como en Matrix

Dos científicos británicos sugieren que la realidad tal como la conocemos podría ser una ilusión o una supermanipulación creada por una mega supercomputadora, como en la conocida película ‘Matrix’, informa AFP.

Martes, 23 noviembre 2004 IBL News.

El físico Martin Rees y el matemático John Barrow, dos respetados científicos británicos, se preguntan si toda la materia y la inteligencia, tal como las conocemos, no son sino la creación de una mega-supercomputadora que se encuentra en alguna parte del Universo. «Hace algunas décadas, las computadoras sólo podían simular modelos muy simples. Ahora pueden crear mundos virtuales con muchísimos detalles», declaró Rees a la AFP.
Martin, un astrónomo que trabaja en la prestigiosa Universidad de Cambridge, se atreve a ir más lejos en estas elucubraciones y se pregunta si podríamos estar en una simulación semejante. En ese caso, el universo no lo comprendería todo, sino tan sólo una parte de un conjunto que Rees y Barrow llaman el ‘multiverso’.

Barrow, otro profesor de Cambridge, sostiene en un artículo académico que durante mucho tiempo se supo que una civilización ligeramente más avanzada que la nuestra podría simular «universos en los cuales entidades conscientes podían surgir y comunicarse entre ellas».

En una sociedad mucho más experta en informática y con una tecnología mucho más avanzada, «en lugar de limitarse a simular su clima o la formación de galaxias, como hacemos nosotros, ellos podrían ir más lejos y observar el surgimiento de estrellas y sistemas planetarios», sostuvo. «Luego, una vez que incorporaran las reglas de la bioquímica en sus simulaciones astronómicas, serían capaces de observar la evolución de la vida y la conciencia», agregó. Los dueños de las máquinas del universo podrían «observar el crecimiento de las civilizaciones y comunicarse entre sí, discutir sobre si existe un Gran Programador en el Cielo que podría intervenir según su voluntad, desafiando las leyes de la naturaleza que se observan habitualmente», insistió Barrow.

La teoría de los dos científicos de Cambridge no cuenta con mucho respaldo entre sus pares. Seth Lloyd, profesor de ingeniería mecánica cuántica en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), subrayó que una simulación semejante requeriría una computadora tan grande que la imaginación no llega a concebirla, en un artículo publicado el fin de semana pasado en el Sunday Times».

3. Martin Rees sobre el principio antrópico

Uno de los temas más polémicos de Martin Rees por sus implicaciones filosóficas y teológicas es el llamado principio antrópico. Ya hace 20 años, Rees trató esta cuestión con John R. Gribbin: en «Coincidencias cósmicas: materia oculta, especie humana y cosmología antrópica», Ediciones Pirámide (1991).

Un artículo de interés de Rogelio Tomás Pontón señala lo siguiente:

“El surgimiento de la vida sobre el planeta Tierra o sobre cualquier otro planeta de nuestro universo, solo es posible si se da una serie de circunstancias muy especiales. Esto es lo que se conoce como “principio antrópico». El mismo fue definido por Martin Rees, astrónomo presidente de la Royal Society, a través de seis números. Esos números o relaciones numéricas se dieron desde el primer momento de la existencia del universo hace casi 15.000 millones de años.

De haberse registrado ligeras variaciones de esos números, la vida, tal como la conocemos, no habría surgido (para los seis números se puede consultar nuestro artículo “Principio antrópico o principio de Copérnico», publicado en las actas del Congreso “Filosofar Hoy», organizado por UCEL en octubre de 2005)».

Según Rees, hay tres posibles respuestas al surgimiento de esos números:

a) La mera casualidad
b) La existencia de un Diseñador inteligente
c) La existencia de un multiverso

Rees se inclina por la opción «c», es decir por la existencia de un multiverso, o sea un conjunto infinito o cuasi infinito de universos. En la mayor parte de esos universos, la vida no habría surgido, pero en algunos, como el nuestro, sí.

Rees desecha la “mera casualidad», aunque no se le escapa a nadie que la teoría del multiverso también se basa en la ley de los grandes números. La opción «b», es decir la existencia de un Diseñador inteligente, es desechada por Rees porque el científico estima que está “más allá de lo que puede decirnos la ciencia». De todas maneras, cabe preguntarse si la teoría del multiverso no escapa también del ámbito científico. Esos pretendidos universos están más allá de nuestros sentidos y, probablemente, jamás podremos entrar en contacto con ellos.

Claro que algunos científicos aseguran que una de las interpretaciones de la mecánica cuántica, la de Hugh Everett, podría servir de base para la teoría del multiverso. Lo que este gran físico estadounidense defendió es que, cada vez que un sistema cuántico tiene ante sí más de un camino, el universo se divide en numerosos universos segregados, en cada uno de los cuales sólo se concreta una de las posibilidades existentes.

Nosotros habitamos precisamente el universo en el que las cosas acontecen como las observamos, y no nos es posible comunicarnos con ninguno de los otros universos, en los que duplicados nuestros observan la actualización de otras alternativas (para la teoría de Everett se puede consultar el artículo de Michael Clive Price mencionado en la bibliografía).

Un distinguido físico y músico argentino, Alberto Rojo, profesor en la Oakland University de Michigan, ha escrito un interesante artículo titulado “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica», que se puede bajar de Internet. En él, después de hacer una breve pero clara introducción a la interpretación de los universos múltiples, muestra como el mundo de ficción de Borges se anticipó en el tiempo – en su escrito “El jardín» de 1941 – a la teoría de Everett de 1957.

Por otra parte, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿Es lógico imaginar números infinitos o cuasi infinitos de universos para explicar que en nuestro universo se han dado los números que explican el surgimiento de la vida compleja? El físico Max Tegmak, uno de los principales partidarios de la teoría del multiverso, manifiesta que “todos los universos lógicamente posibles, existen», lo que ha sido interpretado por algunos como una reminiscencia de la llamada prueba ontológica de la existencia de Dios que desarrolló hace mil años el teólogo Anselmo de Canterbury en su obra “Proslogion».

Si se demostrase empíricamente la existencia de los “otros» universos esa relación no sería válida, pero mientras eso no ocurra (y estimamos que será muy difícil que esa demostración se logre), la proposición “todos los universos lógicamente posibles, existen» sería equivalente a la proposición de Anselmo cuyo núcleo dice que “Dios es un ser tal que nada superior a Él puede concebirse; suponer que Dios no existe más que en nuestra mente y no en la realidad equivaldría a afirmar que no es el ser más grande que puede concebirse, porque existir realmente es más grande que existir sólo en la mente» (Kolakowski, «Si Dios no existe.. «, Tecnos, 1985, pp. 92-93).

Como vemos, el teólogo medieval dedujo del mero concepto de “un ser tal que nada superior a Él puede concebirse», su existencia. “Según la tradición que proviene de Kant y de Hume, la falacia del argumento ontológico consiste en que intenta demostrar que el juicio “Dios existe» es analíticamente verdadero, mientras que ningún juicio puede ser al mismo tiempo analíticamente verdadero y existencial en su contenido»(ibídem, p. 95). Sin embargo, nos podemos preguntar si hay otro ejemplo de juicio que combine esas dos propiedades: ser analítico y existencial en su contenido.

“Un candidato a esta quimera imposible es, sospecho, el juicio “algo existe». La razón por la que puede decirse que este juicio es analítico y, por tanto, “necesario» es que su negación “nada existe» no es solo falsa, sino también ininteligible y absurda: en efecto, si hay algo absurdo, es eso.

Basándose en este supuesto, uno puede argüir que “algo existe» es igual a “necesariamente algo existe». Uno se siente tentado a considerar idéntico este último enunciado con “algo existe necesariamente», lo que equivaldría a la afirmación de Anselmo: la propia idea de existencia lleva a la convicción de que hay un ser necesario. Es verdad, sin embargo, que no es lícito, en términos de lógica modal, inferir “algo existe necesariamente» de “necesariamente algo existe». Si tal inferencia no es permisible, se sigue que podemos sostener la última y negar la primera»(ibídem, p. 96). Como muy bien sostiene Kolakowski, no hay regla lógica que pueda decidir esta cuestión entre un empirista y un metafísico.

El siguiente documental realizado en el 2004 y conducido por Martin Rees se llama “What We Still Don’t Know” (Lo que aún no sabemos). En este capítulo, Martin Rees, con su habitual y sugestivo críptico estilo, indaga en la filosofía cosmológica de nuestra existencia. Me encantó pues me muestra que las elucidaciones y reflexiones en clave especulativa y abierta como las que suele expresar en este blog acerca de la naturaleza de la existencia, la multiplicidad de un8versos (i.e. la naturaleza holográfica de la realidad), la complejidad, la vida simulada, el transhumanismo, la conciencia, el Ser, etc. forman parte (cómo no) del debate actual de la ciencia formal, explorando las fronteras de lo que creemos es la realidad.

4. Martin Rees sobre el futuro de la humanidad

El título de uno de sus libros más influyentes es una pregunta: «¿Nuestro último siglo?» (Our final century?). En él, Rees argumenta que la civilización no tiene más del 50% de posibilidades de sobrevivir hasta 2100 sin sufrir un gran revés. En 2004, esta obra se publica en castellano como «Nuestra hora final: ¿será el siglo XXI el último de la humanidad?» (Editorial Crítica), que será uno de los libros más conocidos de Martin Rees. En este documental de 17 minutos, “Martin Rees pregunta: ¿es este nuestro último siglo?” expone las ideas más sobresalientes.

Francisco García Olmedo, en El Cultural, opina que: “Martin Rees, Señor de Greenwich, ha cambiado su solemne capa de Astrónomo Real por el cónico capirote de astrólogo popular para turbarnos con la conjetura de que tal vez sea éste nuestro último siglo. Al cambiar el telescopio por la bola de cristal, no sólo adopta una nueva profesión sino una escala de tiempos distinta.

Como eminente astrónomo y cosmólogo ha tenido que moverse en la perspectiva temporal del millón de milenios, la unidad de oro de todos los cálculos sobre la hora última que ha de llegarle a cada reino: sólo faltaría uno para que sangre y savia se extingan sin remedio, tal vez dos para que se vacíen los mares con sus restantes tesoros, y no más de siete para que todo acabe fundido en un sol rojo y gigante. Ahora nos viene a decir Rees que, en unas décadas, el conocimiento habrá avanzado hasta el punto de que, tanto la especie colectivamente como un solo individuo -lúcido o lunático- tendrán el poder de dar por concluida nuestra jornada.

De acuerdo: tenemos suerte de haber sobrevivido tanto tiempo. Entre otros peligros, hemos sobrevivido al de devastación nuclear. Sin embargo, son nebulosos los peligros que, según Rees, nos puede plantear la nueva ciencia. Es cierto que, por primera vez en la historia de la especie, el ser humano ha dado un salto más allá de la capacidad de modificación de su forma de vida para incidir directamente sobre su propia naturaleza, y que esta nueva capacidad no estará exenta de peligros -ningún avance de la humanidad lo ha estado-, pero está lejos de ser evidente que éstos vayan a tener las dimensiones apocalípticas que les atribuye, y más dudoso aún que una hipotética máquina superinteligente pueda convertirse en la última invención de los humanos.

¿Qué podemos esperar del terror y del error en el nuevo siglo? Coincidimos con el autor en que del terror sólo podemos esperar incidentes de magnitud creciente en las próximas décadas. Sin embargo, no creemos que cualquier científico en su sano juicio pueda aceptar que las consecuencias del error científico, que se han producido en el pasado y se producirán en el futuro, hayan seguido o vayan a seguir el mismo patrón cuantitativo y temporal que las del terror. Resulta difícil admitir que a medida que aumentamos nuestro conocimiento sobre el mundo natural vaya a aumentar en paralelo nuestra capacidad de equivocarnos. Terror y error nunca deberían ponerse en el mismo saco.

Rees hace en Nuestra hora final un ejercicio intelectual válido y coherente, pero al mezclar problemas virtuales con los reales e inmediatos, envuelve a éstos en una niebla que puede despistar al lector menos avisado. Bastante acuciantes son ya los retos del aquí y ahora, tales como el conflicto entre población y medio ambiente o el desmán del terrorismo».

5. Martin Rees opina sobre si estamos solos en el universo:

En un artículo en El Correo (25 de enero de 2010) con el título: “Martin Rees y el hallazgo o no de vida extraterrestre en diez años: la evolución periodística de un titular” leemos:

«El hombre podrá saber si está solo en el Universo en diez años». Cuando he leído ese titular en El País a primera hora de la tarde, me ha parecido increíble. ¿Quién era el osado que se atrevía a hacer semejante afirmación? En realidad, nadie. El despacho -procedente de Europa Press y titulado originalmente «El hombre podrá saber si está solo o no en el Universo en diez años, según la Real Sociedad de Astronomía británica»- citaba como fuente al cosmólogo Martin Rees, quien habría declarado eso a la BBC. Sin embargo, si uno leía la noticia, Rees, astrónomo y presidente de la Royal Society -a secas, sin de Astronomía-, no había dicho eso.

En el original en inglés -titulado «Astronomers hopeful of detecting extraterrestrial life» (Astrónomos, esperanzados en detectar vida extraterrestre)- no he conseguido encontrar ninguna referencia al plazo de diez años. Sí aparece en la versión española de la BBC -titulada «Vida extraterrestre, «más cerca que nunca»»-, donde puede leerse: «En los próximos diez años, pronosticó [Rees], tendremos una idea más clara de si estamos solos o no en el Universo». Esa frase es la que coge Europa Press para el arranque del teletipo publicado por El País: «El presidente de la Real Sociedad de Astronomía de Reino Unido, Martin Rees, sostiene que la tecnología «ha avanzado tanto» que en los próximos diez años el hombre tendrá una idea más clara de si está solo o no en el Universo». Coincidirán conmigo en que eso no es lo mismo que decir que «el hombre podrá saber si está solo en el Universo en diez años».

La noticia tiene su origen en la conferencia sobre vida extraterrestre que se celebra hoy y mañana (enero de 2010) en Londres dentro de los actos del 350 aniversario de la Royal Society, en la que Rees ha dicho que, gracias a los próximos telescopios espaciales, «seremos capaces de descubrir si esos planetas [que giran alrededor de otras estrellas] tienen continentes y océanos, y conocer qué tipo de atmósfera tienen», y que, «si encontramos vida, incluso en su forma más sencilla, en otra parte [del Universo], sería claramente uno de los grandes descubrimientos del siglo XXI». El astrónomo real británico cree que «ahí fuera puede haber vida e inteligencia en formas que ni siquiera podemos concebir», pero no que vayamos a encontrarla o descartar su existencia en los próximos diez años, como ya ha quedado claro, sino que en el futuro próximo se va a avanzar en una busqueda que comenzó hace 50 años.

¿Por qué he dudado desde el principio de que Rees hubiera afirmado algo como lo que dice el titular de la agencia española? Es muy sencillo. Los astrónomos suelen decir que hay en nuestra galaxia un mínimo de unos 100.000 millones de estrellas y que hay unos 100.000 millones de galaxias. ¿Cómo iba a decir un astrónomo que en los próximos diez años vamos a saber si estamos o no solos en esa inmensidad? Es imposible. Así que sólo quedaba ver de dónde salía esa idea, cómo se ha pasado de «Astrónomos, esperanzados en detectar vida extraterrestre» a «El hombre podrá saber si está solo en el Universo en diez años». Parece claro que la mutación ha ocurrido en la agencia Europa Press y se ha consolidado en El País y en Diario Directo porque, indudablemente, el segundo titular es mucho más llamativo que el primero, aunque sea falso.

6. Martin Rees y Dios

Un interesante artículo publicado en The Guardian en abril de 2011, dice, entre otras cosas: Richard Dawkins, autor de The God Delusion (El espejismo de Dios) y teórico del gen egoísta, pretende ser el científico más famoso en Gran Bretañia. Sin embargo Martin Rees, astrónomo real, expresidente de la Royal Society, es sin duda hoy el más distinguido.

El año pasado, Dawkins publicó un artículo agresivo contra el astrónomo llamándolo un «Quisling conforme» (un nazi encubierto) a causa de sus opiniones sobre la religión. Y ahora, Rees aparentemente devuelve el golpe. Él ha aceptado el Premio Templeton 2011, otorgado por realizar una contribución excepcional a la investigación de la dimensión de la vida espiritual.

Dawkins no es ajeno a la retórica mordaz a la hora de religión. Pero «Quisling» es fuerte incluso para sus estándares. Fue lanzado originalmente en contra de colaboradores nazis durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Es Rees, un colaborador? ¿Cuál fue el delito que justifique tal aprobación? La Royal Society prestó su prestigio a la Fundación Templeton por la celebración de eventos patrocinados por el fondo, que soporta una variedad de proyectos de investigación de la ciencia del bienestar y la fe.

Dawkins y Rees difieren notablemente en el tono con que se debe dar el debate entre ciencia y religión llevado a cabo. Dawkins dedica su talento y recursos para desafiar, cuestionar y burlarse de la fe. Rees, por otra parte, aunque es ateo, mantiene los valores de la herencia sostenida por la iglesia y otras tradiciones de fe. Confiesa el gusto por la oración vespertina coral en la capilla del Trinity College. Las voces etéreas de coristas ensayando, literalmente, se puede escuchar desde la puerta principal. Sin embargo, para Dawkins esto hace al hombre un «ferviente creyente en la fe». Y eso es una traición a falta de la ciencia.

Rees los persigue, también, a través de la cosmología, un tema que fascina a muchos claramente por razones similares. ¿Hay vida como la nuestra en otros planetas? ¿Cuál es la naturaleza de nuestra conexión con las estrellas? Es en parte por sus ideas sobre estas cuestiones que ha ganado el premio. Pero si él es modesto acerca de lo que puede lograrse para la creencia religiosa por la ciencia, que insiste en que los científicos no se adentran en territorio teológico que no entienden.

El año pasado, cuando su compañero cosmólogo Stephen Hawking, declaró en un nuevo libro El Gran Diseño que la filosofía está muerta, porque la física es triunfante, Rees aconseja al lector que no tome nota demasiado. «Conozco a Stephen Hawking lo suficientemente bien como para saber que ha leído muy poco filosofía, y teología incluso menos», dijo.

Otros ganadores del premio expresan advertencia intelectual similar, personas como Paul Davies, John Barrow y John Polkinghorne. Curiosamente, los ganadores anteriores muestran actitudes muy diferentes hacia la fe también. Si Rees es un ateo, Polkinghorne es un cristiano y un sacerdote anglicano. Davies no es, aunque él cree que es perfectamente válido para perseguir las cuestiones de significado en el contexto de lo que se está descubriendo sobre el cosmos. Después de todo, ¿no es sorprendente que nuestro universo haya producido entidades dentro de él que hacen preguntas tales, es decir, nosotros mismos?

Pero Rees, con los considerables recursos de la Fundación Templeton, ha recibido la aceptación del corazón de la comunidad científica británica.

Cuando la historia cultural de nuestro tiempo llegue a ser escrita, Templeton 2011 se podría mencionar, al menos en una nota al pie, como marcando un punto de inflexión en la «guerra de Dios». El poder de las voces como la de Dawkins y Sam Harris – que estarán en la escena británica de la próxima semana – en realidad puede haber tocado techo, y ahora estar en decadencia. La ciencia puede decirse, en efecto, ha rechazado su defensa. Rees trae una actitud preferible el debate”.

7. Martín Rees y las tendencias de la humanidad y las religiones para el siglo XXI

¿Cuando termina la humanidad? Rees coincide con los pronosticos de Stephen Hawking quien asegura: «en los dos próximos siglos, sigo siendo optimista», «quizás sea antes, y la cuestión se decidirá en los próximos cien años”». «Todo dependerá de nuestra capacidad de reemplazar la explotación contaminante por las alternativas sostenibles».

Para la Fundación Templeton que otorga el Premio a Rees, el científico plantea grandes preguntas que están reformando las consideraciones filosóficas y teológicas ubicadas en el centro de la vida, fomentando el progreso espiritual que el Premio ha buscado reconocer durante mucho tiempo. John Templeton hijo, presidente de la Fundación, señala que de todos los descubrimientos hechos por Rees durante su carrera, son las preguntas que ha propuesto lo que lo califican para recibir el Premio.

Sus preguntas tienen un impacto mucho más allá de la simple afirmación de los hechos y expanden la visión de las personas más de lo que cualquier telescopio jamás podría. Al escudriñar en los confines de las galaxias, ha dicho Templeton, Rees ha abierto una ventana a nuestra propia humanidad, invitando a todos a luchar con las preguntas más fundamentales de nuestra naturaleza y existencia.

Conclusión

Rees se considera un producto de la cultura y la ética cristiana. Explica su posición ante el núcleo religioso en el que creció como lo haría un antropólogo: crecí en la tradición de la Iglesia Anglicana y con las costumbres de esta tribu, que es la suya.

Por su parte, Stephen Hawking declaró meses atrás: «Veo un gran peligro para la raza humana. En el pasado su supervivencia ha estado al borde del precipicio en muchas ocasiones, como ocurrió en la crisis de los misiles cubanos en 1963. Pues bien, estos momentos delicados van a multiplicarse en el futuro, y necesitaremos actuar con mucho cuidado para tener éxito. Pero yo soy optimista. Si podemos evitar el desastre en los próximos dos siglos, nuestra especie podrá estar segura a medida que vaya colonizando el espacio. El egoísmo y la agresividad que han provocado el problema ambiental también podrían impulsar la búsqueda de otros hogares en el universo, lugares que iremos de nuevo exterminando, debido de nuevo a nuestra avaricia».

En una entrevista publicada por «The Daily Telegraph», el autor de «Una breve historia del tiempo» declaró “estar más preocupado, a largo plazo, por la biología” que por las armas nucleares. Éstas, añade, “necesitan grandes instalaciones mientras que la ingeniería genética puede realizarse en un pequeño laboratorio. Es imposible controlar todos los laboratorios del mundo”. “El peligro es que, accidental o voluntariamente, se cree un virus que destruya” a la raza humana», explica Hawking, profesor de Matemáticas en la Universidad de Cambridge.

RedacciónT21

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