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El clima de meses no estivales indica el riesgo de incendios en verano

El clima de meses no estivales indica el riesgo de incendios en verano

Temperaturas mínimas bajas en invierno y en primavera favorecen el aumento del número de incendios forestales, mientras que la extensión quemada depende notablemente de la precipitación recogida desde principios de año. Estos son algunos de los hallazgos realizados por expertos de la Universidad de Barcelona, que han relacionado la variabilidad climática de todo el año con la incidencia de incendios forestales en verano. La importancia del estudio radica en que proporciona un modelo para la predicción –y la prevención- de estos fenómenos a largo plazo.

El clima de meses no estivales indica el riesgo de incendios en verano

En un trabajo liderado por investigadores de la Universidad de Barcelona, se ha analizado el impacto de la variabilidad climática interanual y estacional en los incendios producidos en los bosques de Cataluña durante el verano.

El estudio concluye que los incendios forestales de verano, además de estar vinculados a las condiciones climáticas de la estación estival, también lo están a las condiciones climáticas antecedentes, sobre todo del invierno y la primavera del mismo año y de los dos años anteriores.

La explicación se basa en que las condiciones previas de precipitación y temperatura afectan a la humedad y a la estructura y la cantidad de combustible. A partir de las correlaciones encontradas, el estudio aporta un modelo que se puede aplicar en predicciones a largo plazo.

El estudio, publicado en la revista Climatic Change, es fruto de la tesis doctoral del investigador Marco Turco, dirigida por la investigadora de la UB Maria del Carme Llasat, que también es coautora del artículo.

Un modelo matemático simple

Entre 1983 y 2007, periodo analizado en el trabajo, se han documentado más de 16.000 incendios, con una área afectada de 240.000 hectáreas, aproximadamente el 7,5 % del territorio catalán.

El estudio hace un análisis estadístico de estos incendios y muestra que, desde el punto de vista climático, “es posible crear un modelo que nos dé una estimación del número de incendios forestales y de la extensión del área quemada en función de la temperatura y la precipitación mensuales”, afirma Llasat.

“Lo que hemos hecho —continúa la autora— es crear un modelo matemático simple que incluye la influencia de las características climáticas del periodo primavera-verano del año en cuestión, pero, sobre todo, otras variables que son determinantes y que intuitivamente no lo parecían”.

Las correlaciones que se establecen permiten comprobar que, por ejemplo, temperaturas mínimas bajas en invierno y en primavera favorecen el aumento del número de incendios forestales, mientras que la extensión quemada depende notablemente de la precipitación recogida desde principios de año, y en ambos casos existe un componente importante asociado a la temperatura de invierno-primavera de los dos años anteriores.

Concretamente, el número de incendios se correlaciona con la temperatura mínima del periodo febrero-junio de los dos años anteriores, y el número de hectáreas quemadas se correlaciona con la temperatura máxima del periodo marzo-abril de los dos años anteriores.

“A pesar de que todavía no está confirmado, parece que esta relación con datos climáticos de los dos años anteriores tiene que ver con el ciclo de la vegetación de la zona estudiada”, explica Llasat, directora del Grupo de Análisis de Situaciones Meteorológicas Adversas (GAMA). Esta relación bienal también se ha observado en otros estudios llevados a cabo en la región Mediterránea.

Precipitaciones y temperatura

Los incendios forestales son procesos complejos asociados a factores de varios orígenes, como por ejemplo el clima, la meteorología, los factores humanos o las condiciones de la vegetación.

Como primera aproximación se puede considerar un modelo en el que los procesos climáticos actúan como elementos de control, por una parte, de la humedad del combustible —y por lo tanto de su inflamabilidad—, y por otra, del tipo y la disponibilidad del combustible, la llamada estructura. Cataluña se correspondería a un ecosistema en el que estos dos factores pueden tener un papel en la conformación de los regímenes de fuego.

En este ecosistema, el clima actuaría de dos maneras principalmente: el clima antecedente regula la cantidad de combustible y su continuidad, mientras que el clima actual (por ejemplo, la sequía) actúa sobre la cantidad de combustible.

Teniendo en cuenta la idea de que el clima es el principal factor de control de la variabilidad interanual de los incendios, en este trabajo se analizan los vínculos entre el clima y la variabilidad de los incendios a partir de los datos de precipitación y temperatura obtenidos de la base de datos de alta resolución (20 km x 20 km) Spain02, que se utiliza para validar los escenarios de cambio climático en España y que está elaborada a partir de datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Los datos necesarios sobre los incendios y la superficie quemada se obtuvieron del Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Generalitat de Cataluña (SPIF), en el que se incluyen 16.753 casos de incendio en el periodo de 25 años estudiado. A pesar de que en Cataluña se producen incendios durante todo el año, cerca del 60 % se concentran en verano, entre los meses de junio y septiembre, y suponen el 86 % del área quemada anual.

Aplicaciones del modelo

En el estudio se presenta un modelo de regresión simple que vincula la variabilidad de los incendios de verano en Cataluña a las variables climáticas, y se muestra que este modelo simple se puede usar para mejorar la predicción estacional y climática.

“Con el modelo se pueden obtener predicciones fiables sobre el impacto de la variabilidad climática en los incendios de bosques en verano, pero éste no es un modelo para aplicar en las evaluaciones de riesgo de incendios inmediatos. Para ello, ya existen herramientas como la que utilizan en el SPIF —y que desarrollamos en la UB—, que tienen en cuenta otras variables como el viento”, puntualiza Llasat, del Departamento de Astronomía y Meteorología de la Facultad de Física de la UB, adscrita al campus de excelencia internacional BKC.

“Hemos realizado una primera prueba de predicción estacional y, en general, se ajusta bastante bien, excepto en algunos años concretos, por ejemplo en 1994, en que se produjeron muchos incendios. Este año también lo hemos estudiado meteorológicamente y sabemos que fue excepcional”, explica la investigadora.

El modelo ha sido validado en un periodo fuera del que se ha utilizado para diseñarlo que permite explicar el 76 % de la varianza del área quemada y cerca del 91 % de la varianza del número de incendios forestales.

Por otro lado, los investigadores de la UB están trabajando en la aplicación de este modelo para estimar la respuesta de los incendios en diferentes escenarios de cambio climático en Cataluña, asumiendo que las interacciones entre clima, vegetación, actividad humana e incendios no varían significativamente.

Referencia bibliográfica:

Marco Turco, Maria Carme Llasat, Jost von Hardenberg y Antonello Provenzale. Impact of climate variability on summer fires in a Mediterranean environment (northeastern Iberian Peninsula). Climatic Change, 2012. DOI: 10.1007/s10584-012-0505-6.

RedacciónT21

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