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El comportamiento social de las abejas se regula hormonalmente

Un equipo internacional de investigadores ha descubierto que una feromona que sólo tienen las abejas maduras es capaz de retrasar hasta dos semanas la maduración completa de las abejas más jóvenes, en función de los cambios del entorno. De esta forma, si hay suficientes abejas recolectoras en una colmena, el desarrollo de las abejas más jóvenes se retrasa por la acción de esta hormona de inhibición. El descubrimiento demuestra que la organización social propicia que las abejas respondan a los cambios del conjunto de la colonia y que las hormonas son las que regulan el comportamiento social de las abejas. Por Marta Morales.

El comportamiento social de las abejas se regula hormonalmente

Un equipo de investigadores del Institut Nacional de la Recherche Agronomique (INRA) de Francia, en colaboración con investigadores americanos y canadienses, ha descubierto cómo las abejas recolectoras pueden influir hormonalmente en las abejas más jóvenes, hasta el punto de retrasar el momento de madurez que implica el comienzo de la recolección de néctar en este tipo de insectos.

Mediante este trabajo, los científicos han conseguido determinar la primera feromona de abeja recolectora que regula la maduración del comportamiento de las jóvenes abejas. Los resultados han sido publicados en Proceedings of the National Academy of Science. El INRA ha elaborado asimismo un comunicado sobre el descubrimiento.

Las feromonas son sustancias químicas producidas por los animales, susceptibles de modificar el comportamiento o la fisiología de sus congéneres. Desde esta perspectiva, las feromonas se dividen en dos categorías: incitadoras o modificadoras. Las feromonas incitadoras influyen en el comportamiento con un efecto inmediato. Son las más conocidas, ya que más de cien ya han sido identificadas por los científicos. En este caso, por ejemplo, las feromonas sexuales intervienen en los procesos de apareamiento de numerosos insectos.

Feromonas modificadoras

Las feromonas modificadoras intervienen en la fisiología del animal, por lo que tienen un efecto menos inmediato y visible. La función principal de estas feromonas es la de coordinar el desarrollo fisiológico y de comportamiento de un grupo de individuos. Los efectos de su acción tienen lugar en un plazo de tiempo más largo, por lo que resultan difíciles de determinar.

De este tipo de feromonas hay identificadas en la actualidad sólo cuatro, dos de las cuales se han estudiado en abejas: la feromona de la reina, situada en las glándulas de sus mandíbulas (QMP o Queen Mandibular Pheromone), y la feromona larvaria, que induce a las abejas obreras a cuidar los huevos de la abeja reina (BP o Brood Pheromone).

Se ha demostrado que estas dos feromonas juegan un papel en la regulación del trabajo de las obreras. En el caso de las abejas, la división de tareas dentro de las colonias (obreras, nodrizas, recolectoras, reina…) es bien conocida. Pero el modo de funcionamiento de este reparto de tareas no lo es tanto. Además, el reparto del trabajo de las abejas no es rígido y se adapta a los cambios en el entorno social.

Feromona que determina la maduración

El trabajo realizado por este equipo francés encabezado por Yves Le Conte fue iniciado en 1998 y ha permitido descifrar una parte del funcionamiento de la regulación social del trabajo de las abejas, que hasta ahora no había sido objeto de observaciones ni de teorías.

El equipo y sus colaboradores han identificado una nueva feromona modificadora denominada EO (de Ethyl Oléate o etilo de ácido oleico), producida por las abejas de más edad del panal. Los investigadores han demostrado que esta feromona juega un papel fundamental en la maduración de los comportamientos de las abejas jóvenes: la EO es un inhibidor químico que retrasa el momento en que las abejas comienza su etapa recolectora, momento que está vinculado a su maduración.

El proceso de libación de las abejas más jóvenes es una de las claves del mecanismo de auto-organización del panal y responde a las necesidades de la colonia. Este descubrimiento demuestra que la organización social propicia que las abejas respondan a los cambios correspondientes al conjunto de la colonia.

Así, si la estructura temporal de la colonia cambia, el comportamiento de las abejas más jóvenes se verá modificado para responder a este cambio. Por ejemplo, si hay suficientes abejas recolectoras en la colmena, el desarrollo de las abejas más jóvenes se retrasará por la acción de esta hormona de inhibición. Si, por el contrario, en las colonias hay pocas abejas que liben el néctar, las abejas más jóvenes comenzarán a libar casi dos semanas antes que en condiciones habituales.

De boca en boca

La feromona EO se transmite por medio de la trofalaxia o transferencia del alimento de boca en boca. Mediante la trofalaxia, el néctar puede transferirse directamente a un gran número de miembros, por lo que incluso se ha postulado que la presencia de estos contactos es un indicador del grado de sociabilidad de estos insectos.

Durante la recolección del néctar, la trofalaxia funciona como un nexo entre la obtención de alimento en el exterior, y su posterior procesamiento en la colmena, para lo que se requiere una enorme coordinación entre las abejas de la comunidad.

Este descubrimiento se encuentra en la base de la comprensión de los mecanismos que generan la regulación social de las colonias de abejas. Los investigadores han demostrado la capacidad de las abejas recolectoras para sintetizar esta hormona. En la actualidad, el reto está en localizar la glándula que la segrega.

El conocimiento de las hormonas implicadas en la regulación social de las abejas serviría para optimizar las producciones de miel. Asimismo, constituye una nueva contribución a la sociobiología, disciplina que estudia las bases biológicas del comportamiento social de animales gregarios integrando conocimientos de neurobiología, etología (el estudio de los patrones de comportamiento de los organismos en la naturaleza), ecología (el estudio de las relaciones que se dan entre los organismos y su entorno) y la genética.

Marta Morales

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