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El lenguaje figurado atrapa emocionalmente a nuestro cerebro

En el lenguaje hablado o coloquial usamos a menudo palabras relacionadas con el sentido del gusto, sin darnos cuenta: “tiene una sonrisa muy dulce” o “recibió una amarga noticia”, por ejemplo. Un estudio sobre el cerebro ha revelado que este recurso lingüístico nos permite implicar emocionalmente a otros con aquello de lo se habla y, por tanto, aumentar la eficacia de la comunicación. Por Marta Lorenzo.

El lenguaje figurado atrapa emocionalmente a nuestro cerebro

En el lenguaje hablado o coloquial usamos a menudo palabras relacionadas con el sentido del gusto, sin darnos cuenta: “tiene una sonrisa muy dulce” o “recibió una amarga noticia”, por ejemplo.

Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Princeton y la Universidad Libre de Berlín sobre las áreas del cerebro que se activan cuando oímos o leemos este tipo de expresiones ha arrojado resultados interesantes.

El estudio reveló que las palabras relacionadas con el gusto “despiertan” los centros emocionales del cerebro más que las palabras literales con el mismo significado. Es decir, que la expresión “tiene una sonrisa muy dulce” nos resulta más significativa que la expresión “tiene una sonrisa muy amable”.

A esta conclusión llegaron los científicos tras analizar los cerebros de un grupo de voluntarios que leyeron 37 frases que incluían palabras relacionadas con el sabor, aplicadas a contextos que nada tenían que ver con la comida.

Los expertos compararon la reacción de los cerebros de los participantes a dichas expresiones, con la respuesta cerebral a expresiones más literales. Descubrieron así que las palabras vinculadas a sabores activaban áreas cerebrales asociadas con el procesamiento emocional –como la amígdala- y también las regiones relacionadas con el acto físico de la degustación.

Eficacia comunicativa

Según explica una de las autoras del estudio, la profesora de la Universidad de Princeton, Adele Goldberg, en un comunicado de dicha Universidad, el hecho de que las expresiones metafóricas provoquen un aumento de la actividad neuronal en esas regiones del cerebro incrementa la eficacia comunicativa.

El lenguaje humano utilizaría con frecuencia sensaciones u objetos físicos para referirse a conceptos abstractos -como el tiempo o las emociones (por ejemplo, comparamos el amor con el disparo de una flecha en el corazón e incluso con estar “enfermo”)- porque de este modo unimos la expresión a una experiencia física y, en consecuencia, incrementamos su significación.

Por tanto, esta nueva investigación sugiere que el uso del lenguaje figurado no es solo meramente descriptivo, sino que conlleva involucrar al cerebro a un nivel emocional y, potencialmente, amplificar el impacto de nuestras frases.

Según Goldberg. "podría ser que nos comprometamos más con los conceptos abstractos cuando usamos el lenguaje metafórico, que nos une a las experiencias físicas”. Así, este lenguaje supondría una "ventaja retórica" en la comunicación con los demás”.

Lenguaje y emociones

Hasta ahora, el papel del lenguaje figurado no había sido estudiado desde esta perspectiva. "Hay una gran cantidad de investigaciones sobre los efectos conceptuales de las metáforas, tales como la forma en que permiten a la gente pensar sobre conceptos nuevos o abstractos, en términos de cosas concretas con las que se está familiarizado. Pero hay muy poco trabajo sobre el impacto emocional de la metáfora", afirman los investigadores.

Sin embargo, el dicho impacto “parece ser una de las principales razones por las que la gente usa metáforas”. "Estos resultados sugieren que el uso de ciertas expresiones metafóricas induce más a una reacción emocional que decir lo mismo, literalmente. Esas expresiones pueden tener así efectos sobre el razonamiento, el juicio o la toma de decisiones que se sabe tienen las propias emociones", concluyen los autores del estudio.

Referencia bibliográfica:

Francesca M. M. Citron, Adele E. Goldberg. Metaphorical Sentences Are More Emotionally Engaging than Their Literal Counterparts. Journal of Cognitive Neuroscience (2014). DOI: 10.1162/jocn_a_00654.

RedacciónT21

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