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La Bella Durmiente es la especie humana

La Bella Durmiente es la especie humana

Una nueva visión de la acción social, contemplada desde la forma interior, desvela que la presente crisis de la civilización no es sino el intento de la especie de dar un salto especial en el terreno de lo básico que nos llevará a ajustar nuestras formas culturales de expresión con los patrones internos que configuran la realidad del Universo. Por Alicia Montesdeoca.

La Bella Durmiente es la especie humana

Para comprender el mundo visible, para captar las formas sociales que afloran, es necesario prestar atención a la forma interior, al subsuelo de la vida, a los bastidores de esta basta teatralidad que es la acción social, decía el sociólogo Michel Maffesoli.

Desde esta perspectiva, el análisis profundo del estado actual de la sociedad nos desvela que en el fondo de esta problemática que vivimos subyace el intento de un salto especial en el terreno de lo básico.

¿Está la naturaleza humana dando un salto en su complejidad para acabar con todas aquellas expresiones que sirvieron en el pasado y que no pueden tener sentido en el futuro a causa del conocimiento filosófico y científico, que hoy se tiene de la realidad y de lo real?

La conclusión que se desprende de esta lectura de la acción social contemplada desde la forma interior, es que hay que ajustar la evolución de las formas culturales de expresión con los patrones internos que configuran toda la realidad del Universo.

La Bella Durmiente recuperada

La Bella Durmiente hoy vuelve a entregarse al sueño. Quizás sea necesario que se entregue a él otros cien años para que el príncipe se enfrasque en nuevas aventuras fuera de sí mismo, hacia lugares aún por descubrir, en luchas, sólo aparentemente sin sentido, que le llevan a medir sus propias fuerzas, para conocer lo esencial y lo superfluo de su vida, lo perenne y lo que es temporal de su existencia.

… Y en la lucha por aclararse, entenderse, comprenderse, se le fueron al ser humano muchos años; muchas fueron las batallas que entabló contra sus propios fantasmas; muchas las aparentes derrotas; muchas las veces en las que creyó que el espíritu había muerto, y muchas las veces que también resurgía, sin embargo.

Este espíritu renacía de las propias cenizas de las batallas, fortalecido, preparado para el nuevo reto que el camino hacia la conciencia de ser precisaba emprender. Y ahí estaba él, ser humano, generosamente decidido a lanzarse a la nueva aventura de vivir.

En un anterior [artículo]article: planteábamos las situaciones en las que se desarrollan cada una de las generaciones que conviven en el momento actual. La conclusión a la que llegábamos era que ninguna de ellas estaba situada en el lugar que necesita para vivir el momento que le correspondía por su edad.

Más de 100 años

Lo que pretendemos, al ser críticos con el estado actual de la sociedad, no es condenar categóricamente la experiencia humana de hoy, sino poner en evidencia las características que tiene para no quedar atrapados (más de cien años) en ella.

Lo que pretendemos es tomar conciencia de esta realidad que hemos creado, y que nos sirve como experiencia, que nos enriquece nuestra capacidad de retorno permanente a lo esencial, en nuestra búsqueda de explicación de lo que somos: los seres humanos vivimos en la ilusión de creernos innovadores, pero sólo descubrimos.

Nuestro mérito es el andar y el desarrollar la capacidad de tomar y de dar, luego levantar el ancla y seguir navegando por nuevas rutas, las cuales se nos abrirán gracias al bagaje adquirido.

En realidad, mientras estamos enfrascados en el afán o en el reto planteado, nos es imposible ver desde fuera, desde lo alto, la propia trampa creada, y en lo que hemos caído.

Mundo interior y exterior

Con este esfuerzo, desarrollamos tal cantidad de energía que la experiencia nos madura y nos potencia. A continuación descubriremos que nos hemos hecho a nosotros mismos, y que lo que creímos una criatura nuestra es en realidad una herramienta para ese fin que somos nosotros, nuestra propia alma, la cual, proyectándose hacia fuera, adquirió una forma para ser percibida por los sentidos, moldeada por nuestras vivencias, y vuelve luego a interiorizarse con una mayor cuantificación espiritual.

La Bella Durmiente, que anida en todos nosotros, será de nuevo despertada cuando el príncipe, de vuelta de sus aventuras, y cabalgando en el caballo de la conciencia, fortalecido por las experiencias vividas, sea capaz de acabar con “el dragón” de la confusión que enreda el castillo que es el alma humana, del cual, mientras no acabe sus aventuras, sólo puede percibir su silueta, porque la maleza se lo oculta.

Cuando llega a su interior, según lo que promete el cuento, descubre la belleza de su alma. Deslumbrado, cae de rodillas ante ella y ésta despierta gracias al amor manifestado. Así, la búsqueda de lo material, en sí misma, se dignifica y se justifica en el encuentro con lo sutil, tras la andadura que hemos realizado.

Consideramos, en las actuales circunstancias en la que se da nuestra reflexión, que en el fondo de esta problemática que vivimos subyace el intento de un salto especial en el terreno de lo básico: ¿qué pasa con lo masculino y lo femenino, con el hombre y con la mujer; con su relación como pareja? ¿Qué pasa con su sentido de identidad individual? ¿Son acaso relaciones que se están redefiniendo para acabar sus formas tradicionales de expresión?

Algo está sucediendo

¿Está la propia naturaleza humana dando un salto en su complejidad para acabar con todas aquellas expresiones que sirvieron en el pasado y que no pueden tener sentido en el futuro a causa del conocimiento filosófico y científico, que de la realidad y de lo real hoy se tiene?

Está claro que algo está sucediendo y nosotros tenemos la pretensión de ir al encuentro de lo que se esconde tras cada una de las paradojas con que la realidad se manifiesta.

Hoy no es el momento de definir como será ese futuro para la especie (¿sólo inteligente?). Hay que aceptar la incertidumbre de este momento creador: estamos en el momento preparatorio de un precioso parto.

Todas las especies, en época de apareamiento, en la época de efervescencia creadora, en la etapa de mayor capacidad biológica para procrear, desarrollan una conducta social clara, sin disimulos, sin ambages, totalmente definido su objetivo y a la expectativa de los acontecimientos que están por producirse.

Sintonizar con la naturaleza

En ese momento, sin oportunidad para la duda, la naturaleza expresa sus deseos creadores con una fuerza y una violencia que, muchas veces, pone en peligro la propia existencia de sus criaturas.

Hay que esperar confiados: las leyes de la naturaleza se cumplen pese a quien pese y cueste lo que cueste, de eso sabemos algo las mujeres que hemos parido.

En esta época de fuerte desarrollo científico y tecnológico, de predominante potenciación del intelecto, de mayor racionalización de las conductas, no se considera interesante ajustar los comportamientos humanos al modelo presente en la naturaleza, pero esto no significa que por ello sus leyes vayan a desaparecer.

La cuestión está en reflexionar mucho y sobre muchas cuestiones que atañen directamente a la supervivencia de nuestra sociedad y a sus formas tradicionales de pensar y comportarse.

Discapacidad social

¿Se pueden domesticar, también, los patrones que mueven esa realidad? ¿Qué efectos tiene ese intento sobre el ser humano y sobre la sociedad humana de adiestrar a sus miembros como si la naturaleza no existiese?

En último término, ¿estamos potenciando las capacidades de nuestros hijos para vivir con fuerza en cualquier circunstancia adversa o placentera, o los estamos convirtiendo en unos discapacitados físicos y psicológicos que huirán de ella porque no sabrán enfrentar con suficiente madurez sus responsabilidades?

Sobre todo ello, no nos queda más remedio, también hay que pensar. Pero hay que mirar más allá de la apariencia, ya que no está en lo evidente la interpretación de lo que sucede, ni la orientación que pueden tomar los acontecimientos.

Hay que ajustar la evolución de las formas culturales de expresión con los patrones internos que configuran toda la realidad del Universo.

Alicia Montesdeoca es socióloga.

Alicia Montesdeoca

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