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La biología interna que subyace a la obesidad es un profundo enigma

Un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado han publicado un trabajo en el que aportan conocimiento sobre las explicaciones biológicas que esclarecen porque ganamos peso después de perderlo. En este proceso está involucrado el cerebro, así como, los tejidos y estructuras periféricas. Esto debiera ser tenido en cuenta cuando nos ponemos a régimen. Por Anabel Paramá.

La biología interna que subyace a la obesidad es un profundo enigma

Un grupo de investigadores estadounidense ha publicado en la revista Obesity Reviews un complejo trabajo en el que ahondan en las bases biológicas internas para aportar algo de luz sobre las peculiaridades del proceso de ganancia de peso. Concretamente centraron su interés en conocer las bases celulares que explican las razones por las que ganamos peso después de haberlo pedido.
 
Los investigadores proponen la hipótesis de que las señales a largo plazo, que indican la energía de la que dispone nuestro organismo, y las  señales a corto plazo, aquellas que hacen referencia a la disponibilidad de nutrientes, derivan de las características individuales de nuestro tejido adiposo en cada uno de nosotros. De ahí que cada persona respondamos de manera diferente a una misma dieta y recuperemos la grasa también de manera distinta.
 
Por lo dicho y por otros factores, el control del peso de nuestro cuerpo implica un proceso de gran complejidad en el que está involucrado el cerebro, así como, los tejidos y estructuras periféricas. Todas estas estructuras conviven en un proceso de retroalimentación, de tal manera, que el cerebro recibe señales procedentes de la periferia y éste responde a dichas señales.
 
Entre estas señales se encuentran, precisamente, las relativas a las reservas de energía que presenta nuestro organismo, tanto a largo plazo (triglicéridos) como a corto plazo (nutrientes circulantes). Reservas de energía que se van rellenando con la ingesta de alimentos. En función de las señales que reciba el cerebro establece un ajuste energético para poder cubrir las necesidades del organismo tanto a largo como a corto plazo. De esta manera podremos llevar a cabo las actividades realizadas a diario.
 
El régimen alimentario
 
Pero, ¿qué ocurre cuando la ingesta es deficitaria, es decir, cuando nos ponemos a dieta? Cuando nos sometemos a un proceso de reducción calórica (dieta) nuestro organismo tiene que adaptarse. Dicha adaptación supone una serie de cambios coordinados en el cerebro, intestino, músculo, hígado, tejido adiposo y sistema neuroendocrino. Esta coordinación lleva a un equilibrio energético.
 
Ante una situación de dieta, se generan señales que indican al cerebro que el almacenamiento de energía se agota y la disponibilidad de nutrientes es baja. La respuesta proporcionada es un aumento del apetito y una reducción en el gasto de energía. Por tanto, nuestras reservas van disminuyendo paulatinamente.
 
Hay que tener en cuenta que el organismo está preparado evolutivamente, como hemos dicho, para ahorrar calorías en situaciones de escasez y, si continuamente, se ve sometido a emergencias energéticas (debido a las dietas), los mecanismos adaptativos que pone en funcionamiento se refuerzan para prevenir futuras carencias calóricas.
 
Pues bien, cuando empezamos a incorporar elementos con mayor nivel calórico, tras el proceso de restricción, el organismo comienza a captar rápidamente el exceso de nutrientes y es, en este momento, cuando se produce la “recaída”. Generalmente, esta sensación de necesidad de sobrealimentarse persiste hasta que hemos alcanzado el volumen de kilos que hemos perdido. Superándose es muchos casos.
 
Estos son los procesos que generan sensaciones en nuestro cuerpo de las que somos conscientes. Pero, ¿qué ocurre en nuestras células? En el interior de nuestro organismo se produce un auténtico caos.

Bajando al nivel celular
 
Cuando perdemos peso, los adipocitos disminuyen drásticamente de tamaño, una estrategia que se revierte en el momento en que recuperamos peso. Los almacenes de energía son movilizados desde los adipocitos haciendo que éstos sean más pequeños.

Como consecuencia de estos cambios de tamaño, la membrana de las células están continuamente adaptándose y esto supone un verdadero estrés para ellas. Las células son capaces de evitar este estrés y para ello, lo que hacen es aumentar el almacenamiento de lípidos. Algo que repercute directamente en nuestro cuerpo, la recuperación del peso perdido, pudiendo manifestar obesidad.
 
Pero, no sólo se notan cambios en el tamaño, sino también en el número de adipocitos. Estos investigadores exponen la enorme versatilidad de estas células. Un aumento en el número de adipocitos supone un aumento de los depósitos de grasa donde se ubican. Por tanto, aumenta la capacidad de almacenamiento de triglicéridos. Pero, el problema es que este cambio sólo es unidireccional.
 
Según los investigadores existen muy pocas evidencias que indiquen que el número de adipocitos se reduzca cada vez que el organismo se encuentra en condiciones metabólicas normales asociadas a cambios de peso. ¿Esto qué significa? Que el aumento de adipocitos en nuestro cuerpo termina siendo permanente. Lo que provoca que la capacidad global de nuestro organismo para almacenar triglicéridos también aumente.
 
Relevancia de estos estudios
 
Resulta alarmante el aumento del sobrepeso y la obesidad en la población mundial. Tal es así, que en España se prevé que en los próximos 15 años lleguemos a alcanzar una importante tasa de obesidad, 21% de mujeres y un 36% de hombres y una tasa de sobrepeso que alcanzará el 70%. Unas cifras verdaderamente preocupantes.
 
Una vez más la sociedad está implicada en este proceso. Así, los cánones actuales de belleza y el culto exagerado de la imagen corporal externa hacen del exceso de peso, aparentemente, un problema únicamente estético. Las estrategias de pérdida de peso seguidas por la mayor parte de la sociedad, para la pérdida de peso, sólo son temporales. Así, más de un tercio de la pérdida de peso tiende a volver en el primer año mientras que la mayoría del peso perdido se gana a los 3 ó 5 años
 
Pero, la obesidad no tiene como principal enemigo la apariencia antiestética, nada más lejos de la realidad. Sino que el factor realmente importante y vital es el efecto negativo que ejerce sobre nuestro organismo y las repercusiones que conlleva. Además, por supuesto, de los efectos negativos que presenta a nivel psicológico y social.
 
La obesidad constituye un grave problema de salud pública por las  comorbilidades que llevan asociadas, especialmente enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso algunos cánceres.
 
Consecuencias de la obesidad
 
La obesidad consiste en la acumulación de una cantidad anormal de grasa corporal en el tejido adiposo que demanda una serie de cambios estructurales en los adipocitos, siendo la inflamación una consecuencia de la respuesta a tal demanda. Este tejido crece y se expande excesivamente y en consecuencia comienza a fallar en su función de almacenamiento.
 
Como resultado, los lípidos comienzan a buscar otros sitios menos adecuados para almacenarse y acaben acumulándolos en órganos no habituales, como el hígado, el músculo o el páncreas. Una serie de órganos que son imprescindibles para la regulación metabólica del organismo. Las consecuencias a largo plazo se manifiestan en un aumento de enfermedades crónicas importantes.
 
En este proceso de expansión del tejido adiposo, las membranas de las células grasas o también denominadas adipocitos deben de sufrir un importante proceso de adaptación para preservar su función en el organismo, como es la regulación de la respuesta inflamatoria. Este proceso es el que podría contribuir a la primera etapa de la inflamación de este tejido. Lo que conlleva un cambio en el perfil lipídico de cada persona.
 
Para finalizar
 
Los estudios sobre la obesidad son enormemente importantes a nivel sociológico, económico, psicológicos, etc. Nuestra vida se ve transformada notablemente cuando tenemos problemas para controlar nuestra ingesta alimentaria. De hecho, en una sociedad tan acelerada como la occidental es difícil tener la fortaleza psíquica necesaria para poder mantener a raya el exceso de peso.
 
Son numerosos los trabajos que muestran la posible correlación entre el estrés crónico y el sobrepeso. Por esta razón las personas sometidas a un gran nivel de presión tienden a comer como proceso de compensación psíquico. Ante este factor, y muchos otros asociados a la obesidad, los trabajos a nivel biológico, bioquímico, fisiológico o genético se presentan como una gran alternativa de control del sobrepeso.
 
La ganancia de peso tras la pérdida de peso, es realmente, un reto para la terapia sobre la obesidad. Este es un problema complicado de resolver, ya que existe una enorme variabilidad entre las características metabólicas y celulares de los depósitos adiposos existentes en las personas.

Referencia bibliográfica:

MacLean PS, Higgins JA, Giles ED, Sherk VD y Jackman MR. The role for adipose tissue in weight regain after weight loss. Obesity Reviews (2015). DOI: 10.1111/obr.12255.
 

RedacciónT21

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